En Venezuela, suele ocurrir como en tantos lugares de nuestro planeta, en los que el pueblo, no merece la mediocridad de las personas que lo dirigen. Claro, esta afirmación no tiene fácil justificación, cuando es el pueblo con su voto, el que ha elegido al impresentable de turno para que tome decisiones por él. En el caso de Venezuela, podríamos argumentar, que el pueblo ya está adoctrinado desde la temprana edad del colegio, que el pueblo ha sido reciclado a imagen y semejanza de una casta que siempre va a dirigir los destinos del mismo. Pero luego, saldríamos de Venezuela, y este hipotético adoctrinamiento no sería válido para EE.UU. que también tiene un presidente –y este con poder real a nivel mundial- que, siendo suaves, tendremos que decir que es “manifiestamente mejorable”. De modo que del pueblo, solo vamos a admitir que, en contra del dicho popular de que nunca se equivoca, lo cierto es que se equivoca muchas veces y luego lo paga-
Es el caso de este histriónico personaje, soflamero, de nivel intelectual muy bajo, sin vergüenza, ni propia ni ajena, empecinado en que Venezuela es él, y que por tanto, todo lo que diga o haga, debe considerarse como tema de Estado.
En su última ocurrencia, nos expulsa al embajador de España. por su fobia al presidente de nuestro gobierno. Como no podía ser de otro modo, hemos reaccionado con la expulsión del suyo en nuestro país. No soy sospechoso de simpatizar con Rajoy, pero en temas de representación, de relaciones con el exterior, de madurez intelectual, está a millones de años luz de este iluminado al que se le aparece Hugo Chávez, y así le pone la cabeza.
Luego, con descerebrados de este calibre, Europa toma medidas, impone sanciones, corta créditos y ayudas, porque es el arma legal que tiene contra estas meadas fuera e tiesto. Pero esas sanciones, las recibe y las paga el pueblo, que ya no tiene con qué pagar. Que no tiene alimentos, escuelas, médicos, y que a duras penas puede decirlo en la calle, donde la represión del poder llega a ser brutal.
En España, en casos como este, los partidos siguen haciendo políticas de partido. Nadie podrá desmentir que personajes como Maduro, son absolutamente nocivos para avanzar en la libertad y en el progreso, pero, creen que eso perjudica a nuestro gobierno y aplican la fórmula de “cuando peor, mejor”. En temas de Estado, se está con el Estado. Luego, en la política de cada día en casa, se está contra todo lo que uno considera que es contrario al programa que diseñaron para cumplir la legítima aspiración de gobernar.
La política que se hace en lugares poco favorecidos, suele contener algún elemento en la cúpula, con genes similares a este torpe primate. Pero al final, y sin que esto signifique que abandonemos a su suerte a los países dirigidos por ellos, tendremos que dejar que aprendan de sus propios errores. Una sociedad, un oaís, se cambia desde dentro; es más, solo se cambia si el pueblo está convencido de que es necesario ese cambio. Porque quienes los dirigen, no entraron con los tanques, sino a golpe de voto y con observación internacional. Al final, uno tiene que elegir su propio destino, aunque nunca sea dueño del mismo.
De la catadura del presidente Donald Trump, hablaremos otro día, Pero siento menos compasión política por el pueblo americano que por el venezolano. Por razones obvias.