Porque somos vida. Somos pulsaciones que retruenan al unísono desde diferentes puntos de nuestra ciudad y que hoy ya suenan por todos los lugares del mundo. Somos seres humanos totalmente diferentes pero con un corazón común que debajo de nuestro pecho late incandescente.
Porque somos ruido, y a los hechos me remito. Somos un sonido que ha conseguido levantar al mundo. Somos música, música producida por nuestros instrumentos de viento, percusión y pólvora. Somos canciones que en nuestro pasado surgieron y que siguen sonando en nuestro ahora.
Somos fuego, un fuego que ni las lluvias consiguen sofocar por mucho que lo intenten. Una llama que no solo quema nuestros monumentos, sino que en nuestro interior continúa latente esperando su momento.
Somos arte. Tenemos el arte en todo lo que hacemos. Hay arte en nuestra paella, en nuestros buñuelos, en nuestros monumentos, en nuestro himno, en nuestra pirotecnia. Arte incluso en montar fiestas, un altavoz en sus últimas puede ser el detonante de una tarde de bailes y risas. Y como todo arte, también tenemos a nuestros artistas. Artistas falleros que, con sus propias manos, hacen de sus lágrimas, sangre y sudor, monumentos repletos de ilusión.
Somos color, y quien no me crea, que se acerque una tarde a Valencia. Verá el arcoíris en los ojos de nuestras falleras, verá en los falleros… bueno a los falleros nos verá que ya es suficiente. Quien no me crea que acuda a la ofrenda, verá trajes que brillan más que cualquier estrella, mantos que ciegan a la luna y sonrisas que hacen que el sol se ponga.
Somos luz, luz que en vísperas de nuestra fiesta comienzan a alumbrar toda calle de nuestra ciudad, una luz que, posteriormente, cada 19 de marzo, acaba iluminando el cielo. Un cielo que al día siguiente nos regala un abrazo y nos dice que estemos tranquilos, que comienza un nuevo ejercicio, que las fallas siguen.
Somos sentimiento, algo que explicar con palabras roza lo imposible. Un sentimiento que hace de la diferencia la virtud por excelencia de esta fiesta. O en otras palabras, somos “germanor”. Y eso es lo que nos hace grandes. Hijos de distintas madres pero descendientes de parientes con los mismos colores de sangre. Tres colores que crean un vínculo que la ciencia aún no ha podido explicar. Relaciones de rivalidad sana que hacen de esta fiesta una grandísima familia.
Somos falleros. Y ser fallero es lo más grande. Y por cada uno que nos tache de pirómanos por quemar nuestras fallas, que sepan que más grande será la siguiente llama. Quien nos llame inconscientes por emocionarnos de esta manera, que sepa que cada año es mayor la pena. Quien nos llame borrachos por la cantidad de alcohol que brota por nuestras venas, que sepa que en la siguiente fiesta, más alto será el brindis y mayor será la copa. Quien no esté a favor de esta fiesta está en su derecho, no seremos nosotros los que estaremos en su contra. Sino que los invitaremos a que pasen por nuestro casal, que conozcan nuestra fiesta. Les invitaremos a sentir con el corazón y no con la cabeza, seremos anfitriones de la mayor locura que hayan hecho hasta la fecha. Y su razón arderá con las llamas, y su corazón acabará amando las fallas.
Y hoy, hoy ya podemos decir que las fallas son un pasado que hubo, son un presente que está y son un futuro que nunca desaparecerá.
VIXCA VALÉNCIA I VIXQUEN LES FALLES