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El Desván de la Mente: Las Cigarras del amor

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Cupido, calienta que sales. Estira bien esas alas que tienes trabajo por delante. Tienes corazones en obras que lucen su mejor cara por las redes, ojos que brillan creyéndose soles, abrazos que dicen ser abrigo de cuerpos que buscan otros cobijos por las calles. Afila bien esas flechas, es impensable las corazas que existen bajo los pechos, lo robustas que son las almas al entender el trecho que hay del dicho a los hechos.

De hecho, creo que pronto te verás de patitas en la calle, desterrado a tres metros sobre el cielo, bajo cincuenta sombras de un tal Grey, o simplemente de mensajero del Corte Inglés. Creo que ya no verás más crepúsculos, ni de amaneceres ni de nuevas lunas, que acabarás buscando el diario de Noa entre la basura.

Viendo el panorama emocional, aquí ya no hay más que rascar. Me temo que en este San Valentín el amor estará en manos del tan querido John, que la banda sonora será un tema de reggaeton y que tu vuelta al mundo terrenal, no será más que un paseo para no recordar.

No sé como lo verás desde allí arriba, pero la realidad de aquí es que el sentido del amor se ha perdido. Hoy en día parece que los sentimientos no existen fuera de las fotos, las calles ya no son testigos del robo de besos, y las relaciones suelen desembocar en corazones partidos y sueños rotos.

Al parecer el amor ya está hecho y lo único que se necesita es pulirlo. Supongo que por ello habrá tantas decepciones, que por ello la gente ya no quiere con ganas, importan más las posibles lamentaciones que la creencia en la persona amada.

Y sí, como verás estoy en contra de hacer regalos pensando que en ellos regalamos amor. Estoy en contra de celebrar el amor en un día, como si ese día tuviéramos que querernos más, como si ese día fuera a maquillar los errores que en todo un año vienen sucediendo, como si fuera “un borrón y cuenta nueva del sentimiento”.

Lo siento, pero no. Por ahí no paso. El amor muere porque quedan pocas hormigas y demasiadas cigarras, porque preferimos sentir desde el sofá de nuestro corazón, pudiendo demostrarlo saliendo a la terraza. Hacemos de éste un contrato con miles de condiciones, con una letra pequeña  en la que todo acaba. Y la palabra te quiero siempre en la boca, nunca falla. Pero el corazón pocas veces habla, y me temo que es el único idioma universal, vayas donde vayas.

Por ello, enamorados: dejaos de gilipolleces y quered a la cara, sin tramas ni planes. Improvisad cuando vuestra cabeza se bloquee, comprobaréis que una simple mirada sincera; ni se alquila, ni está en venta. Coged fuerte de la mano, hasta que éstas os suden y soñad bien alto, soñad hasta creer que estáis volando. Dejad de pulir a vuestras parejas y hacedles el amor en todos los sentidos posibles.  Dejad que el tiempo se pare, que arda la pólvora, que vuestro corazón nunca pare, que hasta la cama se corra.

Dejad los regalos caros y que nunca mueran los detalles y las sorpresas. Esos gestos que convierten un trozo de papel en la mejor declaración de amor jamás escrita. Esos momentos que aceleran el reloj y que paralizan cuerpos. Sed constantes al ritmo de vuestras pulsaciones, dejad que fluyan los suspiros al sonido de las canciones. Reíd hasta que vuestra mandíbula estalle.

Y cuando aquella chispa que os unió parezca cercana a las cenizas, recordad que sin brasas no hay comida. Que el amor no aparece, el amor se fabrica.