Miedo, tienen miedo. Tienen miedo a la novedad, a la diferencia, a la diversidad. Tienen miedo a que nuestras ideas fluyan y a que las suyas ya no influyan. Tienen miedo a que todo cambie, a que la libertad sea una realidad y a que su poder mengüe y dejen de controlar la sociedad.
Se hacen llamar promovedores de buenos valores. Dueños y señores de un única verdad, de ideas marcadas por un ser superior a todos los demás, dejando al mundo a merced de una idea extraterrenal.
Aún así, aún siendo sus cimientos ideales a debatir, se arman de valor y de autoconvencimiento y salen a la calle a decirle al mundo como se debe vivir. Creen tener las claves de la felicidad, piensan que su santo manual de instrucciones es el único modo de sentirse realizado, de sentirse vivo, de encontrar la única puerta por donde salir hacia la salvación y la eternidad.
Fuera de ideologías religiosas, me temo que el ataque contra el supuesto “lobby LGTB” va más allá de la reivindicación de ideales. Va más allá de la imposición de una identidad general. Este ataque ha sido un intento de manifestación en la que han salido malheridos miles de niñas y niños.
Y como no podría ser de otra forma, la libertad de expresión es la defensa que ha utilizado esta organización. Y una vez más la ley de libre expresión queda abierta a debate. Y, sin saber de leyes, desde aquí puedo concluir la discusión diciendo que: la libertad de expresión debe morir cuando nacen las violaciones de derechos, las faltas de respeto y la intención de manipular a niñas y niños.
Pero y todo esto, ¿por qué? Porque nos tienen miedo. Tienen miedo de toda esa gente que usa el paso del tiempo para el desarrollo de la mente, a todos aquellos que luchan contra las injusticias que quieren matar la libertad sexual, la libertad de elección y la libertad de amar. Se mueren de miedo al ver que el amor no entiende de sexos, que la sociedad va tiñéndose de colores más cálidos. Temen que ya no nazcan niñas y niños, sino seres humanos con ganas de estar vivos.
Temen quedarse estancados en el olvido de la historia y por ello reivindican sus dogmas a través de armas de corrupción masiva. Intentando convencer al mundo que sus ideas son las únicas verdades para la vida.
Y yo, desde aquí, también quiero hacerme oír:
Los niños no siempre tienen pene, las niñas no siempre tienen vulva. Que no te engañen, para amar se usa el corazón, y es lo que realmente importa.