El Festival de Cinema Antonio Ferrandis acogió ayer por la tarde el estreno de la película El Autor, dirigida por Manuel Martín Cuenca y protagonizada por el actor español Javier Gutiérrez. Adaptación de una novela corta de Javier Cercas, cuenta la historia de un hombre obsesionado con escribir un libro. Sin embargo, su pasión por la literatura no es recíproca, ya que ni el talento ni la inspiración parecen ser sus compañeros. Al darse cuenta de que jamás conseguirá plasmar una verdadera historia por sí mismo, decide dejar de lado sus pretensiones de imaginársela y comienza a manipular a sus vecinos para que vivan las situaciones estrambóticas que luego él traslada a sus páginas. Con lo que no contaba Álvaro, es con que la realidad siempre supera a la ficción.
Separado de su talentosa mujer, escritora mundialmente conocida de best-sellers, y apartado de su trabajo como notario, el frustrado novelista se verá arrastrado por la espiral de sus propias mentiras hasta un punto de no retorno.
Intrigante, dramática y con un toque de humor negro, esta película promete enredar al espectador en el mundo ficticio de su protagonista. 112 minutos de largometraje con un ritmo y una tensión que van in crescendo conforme se van desarrollando los acontecimientos de la trama.
Manuel Martín Cuenca, director de El Autor, se desplazó hasta los cines Kinépolis para presentar su propio título. En el coloquio, habló de sus siete semanas de rodaje en Sevilla y de la dificultad para hacer que todos los escenarios cuadrasen en la imagen homogénea de un solo edificio. En cuanto a Víctor, el protagonista, declaró que bajo ningún concepto quería retratar al típico héroe hollywoodiense. Las aspiraciones del director eran que el espectador viese en él a un hombre torturado, con sus luces y sus sombras, más bien encasillado en el papel de un antihéroe capaz de hacer cualquier cosa por conseguir lo que quiere.
Sobre la adaptación de la novela a la gran pantalla, reconoció que tan solo se la leyó dos veces. La primera para quedarse con la idea principal de la historia y, la segunda, cuando estaba a punto de dar a luz al guion. De este modo, se aseguraba de no incurrir en el error de hacer una copia exacta de la misma. En su lugar, Martín Cuenca ha apostado por quedarse tan solo con la esencia de sus páginas, para luego adaptar los detalles a la verdadera magia del cine.
