Que vivan y nunca mueran aquellos que, para que entres, te abren la puerta siempre. Que vivan aquellos que andan por la calle mientras cantan. Que vivan aquellos que te regalan un “buenos días”, aquellos que en el peor de los momentos, hacen que te rías.
Que vivan esos putos locos que abrazan por la espalda, que sonríen para estar vivos, que contagian magia. Todos y cada uno de aquellos que disparan miradas por las calles del mundo, que brindan con desconocidos por lo que será, es y ha sido. Larga vida a los amantes compulsivos, a esa gente que quiere por encima de todas las cosas, incluso con el corazón malherido.
Que vivan, que vivan y nunca desaparezcan aquellos dementes que no creen en el peligro, que no temen la novedad, que dan la mano sin prejuicios y que no piensan en lo que vendrá. Ojala nunca mueran aquellos que velan por la humanidad, hacedores de pequeños gestos, portadores de corazones gigantes, buenas personas por necesidad.
Hablo de esa gente que sonríe sin preguntar, que desnuda su ser sin esperar nada a cambio, que vendería su alma al diablo para conseguir la felicidad mundial. Hablo de todos esos delincuentes de la generosidad, que deambulan por la vida cubriendo las necesidades ajenas, que luchan con uñas y dientes contra las injusticias, que contagian la mayor de las energías: una razón para dejar de llorar.
Creo que son la materia prima que más escasea en el mundo, una energía poco renovable que se va perdiendo generación tras generación. Posiblemente el único as en la manga de nuestro futuro, la única solución para nuestra civilización.
Y por ello, hoy me declaro fan número uno de estas personas. Gracias a ellos y ellas las noticias del telediario no son solo corrupción, asesinatos y guerras. Siempre hay un héroe dispuesto a redecorar nuestros días, siempre aparece una heroína dispuesta a mejorar el mundo, aunque en el intento se deje la vida.
Gracias a esta gente seguimos notando la lluvia fría en nuestras mejillas, la frescura del aire en nuestros pulmones, seguimos viendo el sol brillar. Gracias a su luz nuestros corazones siguen latiendo a un ritmo constante. Gracias a estos locos podemos seguir creyendo en la palabra HUMANIDAD.
Así que, si en tu vida tienes alguno de estos dementes, no los pierdas. Pronto comprobarás que los días de tormenta serán una buena escusa para navegar, que cuando el sol se ponga, la luna será un nuevo destino que visitar. Comprobarás que gracias a esta gente nuestros sueños no son tan inalcanzables, por muy lejos que parezcan estar. Porque estos locos, saben incluso volar.